Por Camila Vallejo
La Unión de Jóvenes Comunistas
(UJC) ha invitado a una delegación de las Juventudes Comunistas de Chile a
las actividades de conmemoración por su 50° aniversario. Formo parte de esta
delegación y espero aprovechar este viaje para también realizar intercambios y
diálogos con los estudiantes de un país que destaca por sus altos estándares de
calidad de una educación que es pública y gratuita.
Tendré la
oportunidad de poder reunirme con dirigentes estudiantiles de la Organización
Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (OCLAE) y de nuestra
organización hermana la Federación
Estudiantil Universitaria (FEU), así como también recorrer distintas
campus universitarios donde se organizarán foros y debates para poder
intercambiar las experiencias del movimiento estudiantil chileno y el cubano.
Sin embargo, ya
se empieza a percibir en el ambiente del debate público nacional ácidas
críticas por haber aceptado esta invitación. Los mismos sectores que no han
criticado al Papa por su viaje a la isla, juntarse con Fidel y declinar
reunirse con la disidencia, rasgan vestiduras por la visita que jóvenes
comunistas haremos a la isla.
Es por esto que
quisiera compartir esta reflexión sobre lo paradójico que resulta el discurso
de quienes critican con tanta rabia a Cuba o a quienes sienten cariño y respeto
por ella, pero que por otro lado, justifican inaceptables prácticas y
desigualdades que día a día transcurren en nuestro país, o incluso en el mundo
entero debido a las guerras, el hambre, la explotación, la violación a los
derechos humanos y un sin fin de concecuencias de la deshumanización que ha
producido y sigue produciendo el sistema capitalista y determinados agentes del
imperialismo estadounidense.
Lo primero que
quiero señalar es que no es primera vez que visito Cuba. Viajé junto a unos
amigos el verano del 2009, para conocer la isla en el contexto del 50°
aniversario de la revolución popular que derrocó la cruel dictadura de Batista.
Gracias al contacto con amigos chilenos (que estudian becados por el Gobierno
cubano junto a jóvenes de todo el continente que probablemente no hubieran
podido tener acceso a una buena educación en sus respectivos países debido a
una formación pensada para la élite, cuyos altos costos privan a los sectores
populares de lo que debiese ser su derecho) pudimos salirnos del circuito
turístico y empaparnos de la cultura cubana cotidiana, sorprendiéndonos
continuamente de las particularidades culturales, políticos y sociales que
hacen tan difícil comparar a la ligera a ese país con el nuestro.
Conocí a un
pueblo sumamente culto, dispuesto a conversar y discutir de manera permanente
los problemas de su sociedad, con un acceso a la cultura, la educación, la
salud y el deporte envidiable. La sociedad cubana no vive el drama que viven
muchos países como el nuestro de la inseguridad ciudadana. La delincuencia es
prácticamente inexistente y hay una ausencia de los hechos de violencia que de
cuanto en cuanto estremecen a nuestra sociedad, debido a los nichos de
marginalidad que nuestro sistema económico y social es incapaz de erradicar.
Se habla mucho de
la represión que sufre el pueblo cubano, y yo quedé muy impresionada de lo
contradictorio que es ese discurso si comparamos la práctica policial cubana
con la chilena. No vi en ningún momento un Guanaco, un Zorrillo o gases
lacrimógenos, vi a la policía circulando por las ciudades solo con su uniforme,
sin cascos ni armas de ningún tipo. Ese nivel de cultura cívica, tanto del
Estado como del conjunto de la sociedad, está a años luz de la represión que
vivió el movimiento estudiantil el año pasado o la que dejó en la región de
Aysén a compatriotas con graves lesiones de por vida. Ese tipo de prácticas
simplemente serían inaceptables en la isla, ya que sin lugar a dudas, un pueblo
que ha hecho gala frente al mundo de rebeldía e insubordinación a la injusticia
difícilmente se dejaría acallar con instrumentos represivos.
¿Con esto digo
que la sociedad cubana es perfecta o que Chile debería iniciar un proceso para
parecerse a la realidad cubana? Por supuesto que no. Tampoco quiero ocultar con
estas palabras el legítimo descontento que tienen ciertos sectores de la
sociedad cubana con su sistema político-social. Tuvimos la oportunidad de
escuchar críticas en nuestra estancia en la isla, pero bien distintas a las que
se suelen verter acá sacadas de contexto. Conocimos muchos cubanos que aspiran
a perfeccionar el socialismo para hacerlo atingente a las nuevas necesidades,
que canalizan sus inquietudes a través de instrumentos democráticos para
nosotros desconocidos, como la fuerte red de organizaciones sociales, reuniones
de rendición de cuentas e instancias consultivas, donde en los últimos años se
han dado una serie de discuciones que han llevado a una
actualización del modelo encabezada por el gobierno. Algo que es obviado de
manera deliberada por quienes hablan de disidencia, solo para resaltar a los
sectores alineados con quienes atacan coninuamente el camino que llevan
construyendo los cubanos desde hace décadas en contra de los ataques y
restricciones de importantes potencias. Nosotros queremos conocer mas de cerca
esta realidad, sabemos que es un debate cotidiano en la isla, que no necesita
de los medios alternativos que echan de menos quienes hablan de falta de
espacios, porque se da a todo nivel sin tapujos.
Ni Cuba es una
sociedad perfecta, ni Chile tiene por qué seguir su camino. Los chilenos
debemos desarrollar un camino propio para superar la desigualdad, la falta de
derecho, la carencia de espacios democráticos y participativos e ir abriéndonos
camino hacia la conquista de nuestra soberanía política, económica e
intelectual. Todo esto en consideración de nuestra cultura y nuestra
idiosincrasia nacional. Ejemplo de esto, es que los amplios sectores de
izquierda que valoran la experiencia cubana, siempre hemos apostado en Chile
por un camino de amplias convergencias sociales y políticas dentro de un
régimen multipartidista.
Espero con estas
palabras que el debate que empieza a surgir sobre nuestro viaje a la isla no se
contamine con malintencionadas desinformaciones que deforman la realidad de la
sociedad cubana. Y, por el contrario, pueda ser esta una oportunidad de generar
intercambios más profundos e ir generando aprendizajes para que nuestras
sociedades avancen en consolidar derechos sociales, en un ambiente democrático
participativo, de defensa de la soberanía nacional y con valores como la
solidaridad, el respeto en la diferencia y el principio de autodeterminación de
los pueblos.
(Tomado
de Blog de Camila Vallejo Dowling)
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