Por Maximiliano
Placido
Celebramos el
aniversario 497 de haberse establecido el asiento definitivo de la villa de San
Cristóbal de La Habana
en la costa norte, junto al puerto de Carenas.
Pronunciar su
nombre significa descubrir simbolismos en las esculturas que pueblan un
territorio que sirvió de sitio fundacional. Es posar la mirada en La Giraldilla e imaginar
cuánta historia evocadora de nuestros antepasados encierra esa estatuilla de
bronce que desafía el paso del tiempo en su cúpula magistral.
Al rememorar
una vez más los orígenes de la ciudad, surge la inspiración en ese amor que
siempre prodigaron sus habitantes, expresado en las muestras de urbanismo y
arquitectura, así como en los acontecimientos acaecidos en casi medio milenio
de existencia.
Aman La Habana aquellos que la
protegen, cuidan y forjan el sentido de pertenencia e identidad que merece, más
allá de adversidades y contratiempos que solo avivan la tenacidad y la
esperanza cierta de los hombres y mujeres que la pueblan.
La Habana que vió nacer al héroe nacional de
Cuba, José Martí, fuente de perenne aprendizaje y vital compromiso en la
cotidianidad, renueva su presencia a cada instante, cual cimiento de la ciudad
futura.
Así la
contemplamos, como un manantial inagotable de cultura para bien de quienes hoy
somos testigos de excepcionales aportes a las futuras generaciones.
La Habana de casi cinco siglos nos convida sin
sonrojos al esfuerzo supremo para corresponder con la reverencia merecida y
ofrecerle muchos años más de vida.
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