Enrique Ubieta Gómez
Un concepto, al
parecer sabio, va ganando adeptos entre colegas y conocidos. Lo he escuchado en
diferentes contextos, expuesto –pese a su naturaleza negadora– en tono
sentencioso: nadie tiene la verdad. Una amiga, que citaba a otro amigo, lo dijo
así: la verdad es un cristal que se deshizo en mil pedazos, en cada persona hay
una pequeña parte. La sentencia trata de espantar los atrincheramientos
dogmáticos y de prevenir a quienes desprecian el diálogo, pero su reiteración
pudiera conducir a un equívoco fatal, desmovilizador. Diluir la verdad entre
todos –y aquí parecen caber todos, al margen de ideologías o posiciones
políticas– es decretar el fin de su búsqueda, el final del viaje. Aunque no es
absoluta, la verdad sí existe.