miércoles, 16 de noviembre de 2011

San Cristobal da La Habana: La Ceiba y El Templete

Por. Maximiliano Placido

Un minuto antes de la medianoche, este 15 de noviembre, Eusebio Leal,  historiador de La Habana saldrá del Palacio de los Capitanes Generales rumbo a El Templete. Muchas personas lo acompañaran hasta este lugar, donde como es tradición extraerá  monedas de unas de las copas de votación que se utilizaban en el antiguamente y las esparce por la ciudad.

Ya en el Templete, Lugar muy reconocido  por los habaneros, todos permanecerán  silencio como es costumbre, lo observarán, y después de recorrer  tres veces el perímetro de su tronco, solicitarán al árbol, la buenaventura; demandando  que le cumpla un deseo secreto.

Después de la medianoche y hasta el amanecer, muchos capitalinos habrán realizado el procedimiento antes expuesto. Durante las primeras horas incluso, también continúan pasando todas aquellas personas que han hecho cola anteriormente. La Ceiba, durante ese tiempo será el lugar de la ciudad más transitada de Cuba.

Este ritual habanero alrededor de La Ceiba y El Templete tiene su origen cuando un 16 de noviembre de 1519, se celebró en la Villa San Cristóbal de La Habana la primera misa y el cabildo, frente al mar, en el espacio que ahora ocupa El Templete, dice la leyenda, que bajo una ceiba.  Pero se conoce que la villa, ya tenía vida desde mucho antes.

El actual Surgidero de Batabanó, por allá por los años 1515 sur del Casco Histórico, sirvió de asentamiento a la primera Villa de San Cristóbal, bautizo así por el propio Diego Velázquez. Uno de sus hombres llamado Pánfilo de Narváez, se encargo de fundarla. Pero con el tiempo sus pobladores siguieron rumbo al norte.

La desembocadura del río Almendares, en aquel entonces con aguas salubres y de nombre aborigen y no español: Casiguas fue estancia breve hasta su definitivo  puerto Carenas, que es hoy nuestra Bahía de La Habana. Así con los primeros inmigrantes de la zona, heredamos otra costumbre que nuestro presente recibe con orgullo.

San Cristóbal de La Habana es, por nombre, española y aborigen. Digo española y no católica, porque el santo elegido resume mejor que nada el espíritu ibérico. Primero, la villa tuvo que compartir sus dos primeras palabras con medio mundo colonizado por la corona. Los originales y entusiastas soldados hispanos esparcieron por las Américas la memoria de un santo de antecedentes casi paganos y existencia más mítica que histórica.

La villa se llamó Habana,  por la necesidad de readecuar  algún vocablo nativo. Las leyendas e hipótesis más escuchadas lo vinculan con un cacique llamado “Habaguanex”, que gobernaba desde Matanzas hasta el Mariel, y se opuso a la colonización hispana. Otros aseguran proviene de “sabana”,  palabra de origen haitiano; otro, que proviene de “haven” o “gaven”, que significa puerto o fondeadero. También se ha explicado que es la corrupción de “Arauca”, o sea, “está loca”, en alusión directa a la india Guara y su leyenda.

Puerto Carenas y su posición aventajada en su ubicación geográfica dentro en nuestro continente la convirtió en una escala necesaria durante los viajes entre España y el Nuevo Mundo. Por esta razón, el gobernador de la Isla tuvo que mudarse de Santiago, la capital en aquel entonces, hasta San Cristóbal. Eso ocurrió en 1553; cuatro décadas posteriores obtuvo el título de ciudad; y en el año 1607 se convierte en capital.

Por los años 1750, el entonces gobernador de Cuba, Don Francisco Cagigal, ordeno construir en el sitio donde se celebró la primera misa de la villa, una columna de tres caras que ofrecía en su cúspide una virgen del Pilar. Dos inscripciones, abajo, rememoraban las condiciones históricas en que se había realizado la fundación de San Cristóbal.

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